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jueves, 26 de julio de 2018

El Islamismo en Europa

El poeta romano Publio Ovidio Nason, afirmó que “El agua no horada la piedra por su fuerza sino por su constancia”. 


Hace ahora 60 años Gamal Adbel Nasser, el líder de la república árabe de Egipto y uno de los principales impulsores del nacionalismo árabe de carácter laico, se reía burlón del líder de los Hermanos Musulmanes, Hassan Al Banna, que pretendía que impusiera el velo islámico a las mujeres egipcias, cuando siquiera era capaz de conseguir que lo llevara su propia hija, estudiante de medicina. 


En aquella época, poco se hablaba del integrismo árabe, del wahabismo y el salafismo, las corrientes más dogmáticas y radicales que seguían como mera anécdota unas monarquías pintorescas del Golfo Pérsico, apenas pobladas y sin relevancia en la política internacional. 

Egipto, Turquía, Irán, Irak, Sudan, Siria, Libia, Argelia, Túnez, Jordania, Marruecos… si echamos la vista atrás, la inmensa mayoría de las naciones del mundo árabe y el Magreb, fueron en tiempos recientes sociedades abiertas y laicas, herederas de la caída del imperio Otomano después de la Primera Guerra Mundial, y del convencimiento de que el progreso económico y social solo podía llevarse a cabo mediante la creación de Estados modernos ajenos a la influencia religiosa en los asuntos sociales, a modo y manera de los países occidentales, tal y como estructuró Mustafá Kemal Atatürk el moderno estado Turco. 

Es curioso como al paso de los años ha prendido el integrismo en esas sociedades que aspiraban a la modernidad. Muchas han sido las razones que han creado el caldo de cultivo en el que ha crecido el odio y el radicalismo en estas naciones, y Occidente, no ha sido ajeno a ellas. Pero casi siempre la larga sombra del dinero del integrismo Saudí, en su mesiánica misión de expandir la interpretación literal del Corán en el mundo, ha estado detrás de la radicalización y sus consecuencias. 

Nos podemos preguntar por qué, cual es la causa por la que prende con tanta facilidad el oscuro integrismo entre personas, muchas veces ajenas a todo atisbo de religión. 

En la más profunda de la ignorancia que impregna la mayoría de las sociedades occidentales, se da por hecho que los países de influencia musulmana están viviendo hoy una especie de Edad Media por el mero hecho de que el islam fue fundado 700 años después que el cristianismo y por tanto llevan 700 años de retraso, craso error tan grave como considerar el islamismo una fe homogénea, nada más lejos de la realidad. Tal y como se ha indicado, buena parte del mundo musulmán vivió hace décadas una época de aperturismo que ha sido enterrada por un renacer del integrismo suni wahabita. 

Por otro lado el Islam es muy diverso, de la misma forma que lo es el cristianismo, donde conviven grandes Iglesias perfectamente jerarquizadas e estructuradas, como el catolicismo, el protestantismo, el anglicanismo y la iglesia ortodoxa, junto con una multitud incontable de sectas y creencias cristianas normalmente mas dogmaticas y excluyentes. Así, el Islam se divide en dos ramas desde su inicio, el sunismo y el chiismo, y a su vez cada una en una multitud de ramificaciones con una interpretación de las escrituras del Corán tan diversa como la que suscita la lectura de la biblia en el cristianismo. 

Bien es cierto que hay una importante diferencia entre el Islam y el cristianismo. Mahoma, crea una religión monoteísta basada en sus predecesoras, el judaísmo y el cristianismo, con una manifiesta y expresa intención de servir de sistema estructurado de modelo social, con el que aunar y regir a las tribus del desierto. De esta forma, es difícil desde una perspectiva dogmatica e integrista separar la religión del gobierno general y de la vida social, impregnando todas esferas de la vida de los ciudadanos. Por el contrario, el cristianismo surge como una mera corriente religiosa, inicialmente perseguida por el Poder, hasta que logra ser aceptada por mismo y luego aprovechar su influencia en la sociedad, llegar a entrar en una permanente y a veces conflictiva simbiosis que facilitase y justificase el dominio de las elites sociales a la vez que perpetuaba su propio poder e influencia. 

Es quizá este último matiz de la profunda umbilicación del Islam, desde una interpretación literal y dogmatica del Corán, en todas las facetas de la vida social, la gran diferencia y razón del renacer del integrismo radical en las sociedades musulmanas que parecían haber superado esta tutela religiosa avanzando hacia la modernidad mediante estados laicos. De hecho a lo largo de los siglos e incluso a día de hoy, buena parte de las corrientes del Islam han mantenido o buscan una interpretación generosa del Corán que permite una mejor convivencia entre religión y sociedad, relajando sus preceptos más controvertidos. 

Sin embargo, para entender estos fenómenos de radicalización, o al menos buena parte de ellos, que han hecho involucionar en las ultimas décadas a los modernos estados musulmanes, conviene tener en cuenta la influencia del wahabismo, imperante en las monarquías árabes del Golfo Pérsico, exportada a golpe de petrodólares, que lo mismo compran voluntades en Occidente, que financian mezquitas y escuelas coránicas, las cuales expanden su visión integrista y excluyente del Islam basada en la interpretación literal de las lecturas del Corán. 

Es por ello que se debe ser muy cuidadoso a la hora de establecer los síntomas, diagnosticar el problema, valorar sus consecuencias y establecer las soluciones a la avalancha de integrismo musulmán que se cierne sobre Europa, con la llegada masiva de inmigrantes de origen musulmán que lleva produciéndose desde hace décadas. 

No enfrentar los problemas, dilatar su solución, esperar que se resuelvan solos, o afrontarlos desde puntos de vista meramente ideológicos, doctrinarios, populistas o interesados, no hace sino hacer crecer la bola de nieve que acabará creando la avalancha que a largo plazo corre el riesgo de enterrar a Europa en un era de violencia y sumisión. Porque quienes fomentan y financian este tipo de corrientes radicales, tienen paciencia y planifican a muy largo plazo. 

La mayor amenaza que se cierne hoy en día y sobre el futuro de la moderna Europa del humanismo, es es la Jihad que busca a largo plazo imponer el islamismo y sobre todo la aplicación de la sharia en todo el Mundo conforme a lo ordenado en el Corán. Para ello, el primer paso, como si de un Caballo de Troya se tratara, es introducir en Europa el mayor número de fieles musulmanes de profesión suni, que sea posible para que actúen como bomba demográfica a largo plazo. Es curioso como los refugiados sirios son dirigidos hacia Europa en lugar de hacia sus ricos primos del Golfo. Luego evidentemente hay que adoctrinarles convenientemente, para lo cual hay que financiar tanto la construcción de mezquitas y el pago de clérigos, como el fomento del seguimiento de las leyes islámicas, tal como es el empleo de las vestimentas y usos islámicos, buscando hacer algo natural su empleo para las comunidades islámicas, evitando así cualquier esperanza de asimilación y perversión de las “decadentes sociedades occidentales llenas de vicios”. 

De hecho, la estrategia funciona. Existen ya desde hace años en Europa barrios, o ghetos, donde de facto imponen sus usos y costumbres a la sociedad y donde los muy democráticos y tolerantes gobiernos europeos hacen la vista gorda, abandonando a su suerte, la de la asimilación, a la población menos radical. En estos lugares, una suerte de policía de la moral se pasea e incluso impone castigos, incluso la justificación de la violación, a quienes no aceptan su rigorismo, saltándose la legalidad, que hace años dejó de tener vigor en esos “territorios liberados”, donde están libres de hacer su proselitismo en las nuevas camadas, ciudadanos europeos de pleno derecho. 

Al final, se trata de derrotar a las débiles democracias desde dentro, aprovechando su buenismo, generosidad y garantismo jurídico, abriendo brecha ante la corrupción moral de su clase dirigente y aprovechando las desigualdades sociales y la marginalidad de ciertos estratos sociales, tal y como bien saben hacer todas las sectas religiosas, solo que en esta tienen decenas de millones de adeptos y una riada de dinero negro para financiarse. 

Así, asistimos a una oleada de peticiones, cuando no exigencias por parte de las comunidades musulmanas bajo el pretexto del respeto a su minoría social. De esta forma se va cediendo a sus exigencias, más bien chantajes a veces lubricados con contratos multimillonarios, como que los menús de los colegios se adapten a sus caprichos, se prohíba todo tipo de festividades religiosas cristianas, se acepte la poligamia, se permita la educación islámica en los colegios, financiación de sus organizaciones religiosas, subvención de su natalidad y un largo etc, que van logrando imponer sin ser conscientes, o peor aún, sin importar a nuestros cortoplacistas dirigentes, que ninguna cesión calmará o contentará a quienes su único fin en la vida, es ver algún día a Europa bajo el imperio de la Ley Islámica. 

El principal error que se comete a la hora de tratar con la comunidad islámica, representada como siempre por su activismo religioso en manos de los más extremistas, es creer que estos agradecen aquello que se les da o cede. Craso error, los radicales totalitarios, entienden el buenismo como debilidad y no hace sino acrecentar el desprecio que sienten por esos decadentes, viciosos y cómodos infieles. 

No deja de ser paradójico que sean los sectores sociales que mas desprecian estos fanáticos religiosos, laicistas ateos anticristianos, homosexuales, feministas integristas, antisistema y demás morralla populista ideologizada mal llamada progresista, los que estén animando y alentando sus propagación bajo el principio de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. No es más que una muestra de la profunda ignorancia, frivolidad y estupidez con la que la generalidad de la población occidental trata este tema, así como del éxito de la estrategia de comunicación social en sus manos. Aquellos que con mayor ahínco apoyan el fundamentalismo islámico mientras atacan con odio atávico el cristianismo, serán los principales responsables del desgaste de sus cuerdas y del filo de sus cuchillos el día que logren imponer sus doctrinas radicales. 

Hoy, en Europa se estima a la baja que hay 25 millones de musulmanes, en 2050 serán más de 75 millones superando el 15% de la población. Conviene tener en cuenta que en España el partido político Podemos tiene un apoyo social similar, y que partidos políticos regionalistas han sido capaces de imponer cesiones vergonzosas durante décadas con incluso menos del 2% del apoyo de las sociedad española. 

El terrorismo que periódicamente tiñe de rojo la actualidad de los países Europeos no interesa realmente a los verdaderos patrocinadores del cambio sociológico europeo. No son más que la mera exaltación de fanáticos insubordinados. Es el riesgo de crear y alimentar monstruos que luego es difícil aplacar y atar. Sin embargo, son una buena muestra a nivel micro del alcance que puede tener algún día una ola de violencia sistemática y organizada. 

Siria o Argelia son el perfecto ejemplo de que sólo hace falta una minoría motivada y fanatizada para imponerse mediante el terror extremo o al menos para lograr una desolación extrema. Imagínense lo que pueden suponer millones de musulmanes protestando en las calles a modo y manera de los motines que periódicamente surgen especialmente en las grandes ciudades francesas, o a cientos de miles de musulmanes dispuestos a matar e incluso inmolarse en nombre de Alá. Imaginen al modo y ejemplo de Siria, primero pueblos y barrios, y luego hasta ciudades bajo control. Unos pocos cientos pueden controlar un barrio y unos miles una ciudad, amparándose y escudándose entre la población civil atemorizada, para imponer su control. 

Puede parecer un escenario apocalíptico y exagerado, pero conviene recordar el ejemplo de Bosnia. Allí, después de imperar durante décadas un estado laico, los musulmanes no lo eran más que de tradición y apellido, sin apenas conocimiento de sus preceptos. Solo hicieron falta meses para radicalizar la población, eso sí, con la activa participación de generosos filántropos externos que financiaron la operación. 

Y es que el problema no es la religión musulmana en sí. La mayoría del chiismo y buena parte del sunismo ha sido capaz de adaptarse a la realidad social moderna. El problema es el radicalismo fundamentalista fomentado por el proselitismo wahabista. Cabe preguntarse por tanto por qué tiene tanto atractivo esta corriente tan radical del islam como para haber logrado trasformar la realidad social de los países musulmanes laicos, y poner en riesgo el modelo de convivencia social occidental. La respuesta es sencilla. cuando las personas ignorantes o poco inteligentes buscan en la ideología, sea religiosa o política, la respuesta a su necesidad de aceptación social o de dar sentido a su vida, es fácil caer en el integrismo o el rigorismo normativo para evitar tener que pensar, interpretar o entrar en contradicciones que suponga tomar decisiones. De esta forma los jóvenes de tradición musulmana incapaces de lograr éxito social por si solos, son fácil presa de las corrientes más dogmaticas y sectarias del islamismo. 

Todo esto se larva y desarrolla en nuestros suburbios a modo de Caballo de Troya mientras los medios de comunicación junto a la clase política y empresarial y determinados “agentes sociales” o grupos de presión, se esfuerzan en mantener a los acomodados europeos en la ignorancia y la estulticia, llenando los bolsillos de las más variadas formas, aprovechando la situación. 

Un lago contaminado por un alga que crece de forma exponencial, el primer día ocupa un 1% y no es perceptible, a los 4 días la gente se empieza a dar cuenta pero no le da importancia, al día siguiente ocupa el 16% y los paseantes comienzan a preocuparse, un día mas tarde el 32% del lago está infectado y se comunica la alarma, pero al día siguiente mientras se valora que hacer ya queda menos del 50% libre, y cuando se va a actuar toda vida ha desaparecido. Conviene por tanto tener cuidado a la hora de valorar la amenaza que el radicalismo religioso supone y no despreciar su poder de convicción, persuasión e intimidación. Ya tenemos experiencia en el pasado, cuando se impusieron los totalitarismos fuertes representados por ideologías políticas que aprovecharon la decadencia y debilidad de las sociedades democráticas para imponerse. 

Así como “El agua no horada la piedra por su fuerza sino por su constancia”, tampoco debemos creernos a salvo del riesgo de ver transformadas nuestras sociedades bajo el yugo de la imposición islamista, por el mero hecho de la fuerza de nuestra mayoría demográfica, nuestro poder económico y militar o la superioridad moral de nuestros modelos democráticos. La burlona risa de Gamal Adbel Nasser hace 60 años debería advertirnos del poder de una minoría bien dispuesta y motivada para la cual el tiempo es su aliado. 



Recuerda tu Señor inspiró a los ángeles (el mensaje): "Yo estoy con vosotros: dar firmeza a los creyentes: voy a infundir terror en los corazones de los infieles: matad vosotros arriba al cuello y golpear a todos sus puntas de los dedos fuera de ellos. "

Jose Federico Villamil Calva
fedevillamil@fortiumsc.eu
Coordinador del blog
Coordinador de la División Fortium ITS