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lunes, 19 de marzo de 2018

Las consecuencias del intrusismo en la Seguridad Privada.


Todos los sectores profesionales han sufrido o sufren el fenómeno del intrusismo, pero en el sector de Seguridad Privada es donde más extendido está; se ha hecho endémico, y muy difícil de combatir.

En España desde 1992 tenemos una ley de Seguridad Privada (23/1992) y reglamento (2364/1994) que fueron muy novedosos en su momento y motivo de inspiración para la legislación de otros países. La nueva Ley 5/2014 apareció como la definitiva oportunidad para acabar con el intrusismo y así se presentó, por parte de las autoridades, a las empresas y profesionales del sector. La nueva Ley no solo dejaba claras cuáles eran las funciones de los Vigilantes y otras especialidades de la seguridad privada, además en ella se contemplaban sanciones muy cuantiosas para empresas, usuarios e incluso  para las personas que trabajaban sin la preceptiva habilitación. Las sanciones a clientes podían llegar a los 100.000 € en los casos más graves. Pero pasados tres años desde su implantación, nada significativo se ha hecho y además no contamos todavía con el Reglamento que regula dicha Ley. Reglamento que parece que está a la vuelta de la esquina, pero que nunca llega.

El colectivo de Vigilantes de Seguridad, poco a poco, y gracias a la formación y profesionalidad de sus integrantes va gozando de mayor prestigio. Hoy en día, la figura del vigilante uniformado forma parte del paisaje de cualquier ciudad, tanto o más, que las FF y CC de seguridad pública. En la entrada de edificios públicos, teatros, museos, trasporte público, colegios, universidades, centros comerciales, tanto en centros privados como públicos 80.000 profesionales día a día,vigilan bienes  y protegen personas. Todo este buen hacer, todo este esfuerzo por dignificar un colectivo  se ve menoscabado por el intrusismo. 

La connivencia de empresas y clientes en el afán de reducir costes lleva a una precarización en los servicios. La formación de los vigilantes es suficiente para que estos lleven a cabo su labor con la profesionalidad requerida. Además las empresas están cubiertas con seguros de caución y responsabilidad civil, no así, en aquellos servicios donde hay auxiliares u otro tipo de personal. Esto ofrece las garantías necesarias para que cualquier cliente que contrate seguridad privada, pueda estar tranquilo sabiendo que su seguridad personal y la de sus bienes, está en buenas manos.

Sin embargo los riesgos que conlleva la contratación de personal sin la habilitación expedida por la DGP, no son solo los derivados del incumplimiento de una norma, comentado antes; también existen los riesgos propios de la falta de formación de las personas que se contratan. Los riesgos inherentes a una mala actuación ante un hecho delictivo, una intrusión o cualquier otra eventualidad en su lugar de trabajo pueden acarrear consecuencias imprevisibles, incluso penales. Se puede imaginar la acción de un auxiliar que agrede, o es agredido por un presunto ladrón; o que al intentar impedir el acceso a su lugar de trabajo a una persona y por cualquier motivo, le lesiona accidentalmente.

Pensemos en una duda a la hora de evacuar en un incendio, mostrar una salida de emergencia. Multitud de casos en los que una mala praxis puede provocar un mal mayor que el que un V.S. en una negligencia podría provocar, por el añadido de no tener cobertura ante la responsabilidad civil. Para ilustrar todo  baste recordar casos como el del “Madrid Arena” y otros similares, que para los conocedores del sector se habrían evitado, o al menos paliado en parte, si el personal encargado de la seguridad hubiese sido vigilantes de seguridad.

Las empresas y clientes, cómodos ante la falta de controles; la pasividad de los organismos que deben velar por el cumplimiento de la norma y que con su inacción, perjudican los intereses del colectivo. Las últimas reformas laborales han provocado una merma en los salarios de los V.S. y los descuelgues de convenios, sueldos por debajo del SMI. Y aun así, no se ha logrado parar el intrusismo.

Lo principal para el sector, pasa por concienciar al cliente contratante de servicios de seguridad privada, de la idoneidad de elegir un personal formado y profesional para sus necesidades. Empresas que primen la calidad del servicio que ofrecen antes que el máximo beneficio y a cualquier coste. Ahorro y seguridad son incompatibles. Ya no es solo una cuestión de cumplir una ley que nos hemos dado todos, se trata de sentido común, de entender que la seguridad es un bien importante para la sociedad y que éste no puede estar en manos de personas“con buena voluntad”, sino en profesionales formados y experimentados.

En tiempos de paro no se puede culpar que las personas quieran ganar su pan honradamente, pero tratándose de la seguridad y de las graves consecuencias que puede acarrear la falta de profesionalidad, es necesario el esfuerzo de todos (Empresas, clientes, Policía) pero también la concienciación de aquellos que saben pueden tener problemas que pueden marcar sus vidas, por un trabajo para el cual no han recibido la formación que requiere.

La Unidad de Policía Nacional de Seguridad Privada (UPNSP) se viene quejando de la falta de medios para perseguir de forma efectiva el intrusismo. Lo cierto es que solo mediante denuncia, esta unidad de policía investiga un servicio en el que se sospeche pueda estar cubierto por personal no habilitado. Tiempo es que cualquier policía pueda intervenir e investigar lo que a todas luces es un incumplimiento de la ley vigente, como se haría con cualquier otro incumplimiento.

Por último, la Seguridad Privada es un sector que mueve miles de millones de €, en España y en el mundo. Directivos e Inversores están o han estado muy vinculados a los mandos de las FF y CC de seguridad y a cargos de gobiernos y partidos. Oscuros intereses siempre han envuelto la Seguridad Privada. Esperamos que  los propios V.S. con su buen hacer hagan invertir la ascendente “inseguridad” del sector.

Bernardo Gil Hernández.
Cooperativista de Fortium CNS

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