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viernes, 30 de marzo de 2018

Criminalidad como factor de riesgo en Iberoamerica.


Con un ratio menor de 0,7 asesinatos por cada 100000 habitantes, España es considerado uno de los países más seguros del mundo. Diversos son los factores que coadyuvan a estos resultados. Entre otros muchos el propio carácter sociable español, unido al rechazo social a todo tipo de violencia, al que ha contribuido la violencia terrorista de ETA, y especialmente la gran profesionalidad de los FCSE que acaban resolviendo la gran mayoría de los asesinatos. Desgraciadamente esta baja criminalidad que disfrutamos es más la excepción que la norma en buena parte del mundo. Incluso en la propia y “civilizada” Europa muchos países considerados modelos de convivencia doblan e incluso triplican nuestras tasas de muertes violentas.

Muy lejos de estas estadísticas del “mundo civilizado” se encuentran las de los países del continente americano, uno de los principales destinos de cada vez más empresas españolas y empleados cualificados. Allí los países más seguros, presumen de tasas de muertes violentas que en Europa ya parecerían escandalosas, que van, siempre ratios sobre 100.000 habitantes, de las 3,6 de la desarrollada Chile al 6 de Argentina pasando por el 4,5 de Estados Unidos, siete veces superior a la de España.

Pero estas cifras palidecen con las que la ONU traslada de los países más violentos del mundo, la mayor parte de ellos países iberoamericanos. Los cinco primeros de la lista, y 17 de los 20 países con mayor tasa de asesinatos son iberoamericanos. El Salvador, Honduras y Venezuela copan el pódium de esta macabra lista con tasas por cada 100.000 habitantes de 110, en el primer caso y sobre 60 en los otros dos. Brasil, Méjico y Colombia, países con potentes economías en desarrollo y objetivos prioritarios de la inversión española también están entre los más violentos del mundo.

Es difícil hacerse una idea de lo que estos fríos datos suponen. En bruto se traducen en más de 120.000 asesinados en Iberoamérica, solo en Brasil, 55000 al año, tantos como los soldados que perdió EEUU durante 10 años en la guerra de Vietnam, sobre 20000 personas mueren violentamente cada año en Méjico o Venezuela, bastantes más de los que sufrió la Unión Soviética en Afganistán en mas una década de conflicto, considerando además muchos de ellos fallecieron de enfermedad o accidente. De hecho en Iberoamérica son asesinados al año más del doble de personas que las que mueren en la guerra Siria, donde cientos de miles de soldados y terroristas se enfrentan armados con la más modernas tecnologías. La castigada Irak repleta de armas automáticas y conflictos sectarios, tiene un ratio de crímenes mortales 8 veces menor que Venezuela y 15 veces menor que el Salvador.

Lo peor de este oscuro panorama internacional es que las cifras de criminalidad general van en consonancia con las de asesinatos. Secuestros, robos con violencia, violaciones, extorsión… son tan habituales en estos países que apenas se investigan. Son riesgos que pueden poner en cuestión la necesaria continuidad de negocio y por supuesto condiciona la posibilidad de disponer del personal suficientemente cualificado para los puestos técnicos y directivos. Todo ello sin considerar el reto que para la seguridad interna supone la selección de personal autóctono. No solo se trata de poder garantizar la capacidad y sobre todo lealtad y fidelidad de dicho personal, sino de cómo responder a la amenaza que la posible extorsión sobre las mismas y sus familias puede suponer para la integridad de los bienes físicos y sobre todo la información de cualquier empresa.

Y es que conviene tener en cuenta en esta ecuación de riesgos y amenazas, la extrema criminalidad organizada, incluso en ciertos casos con la connivencia del poder político, la administración pública y las fuerzas de seguridad, lo cual dificulta aún más el marco de evaluación de riesgos y la adopción de las medidas de seguridad necesarias para salvaguardar la integridad física de los expatriados y garantizar la seguridad de los bienes materiales e inmateriales precisos para la actividad empresarial.

A modo de ejemplo del reto que la criminalidad extrema de estos países supone para la seguridad empresarial, conviene recordar algunos casos muy recientes:

- En diciembre del año pasado fueron secuestrados 2 ciudadanos españoles por orden del propio jefe de seguridad de su empresa, un mejicano despedido días antes. Fueron liberados después de pasar 3 días en una cámara frigorífica, y pedían 1,3 millones de euros por su liberación. Tuvieron suerte ya que lo pueden contar.

- Este mismo mes de marzo el empresario orensano Jose González fue tiroteado y muerto frente a unos de sus negocios en Méjico DC. Solo un par de meses antes otro empresario español, Segismundo Díaz murió a la puerta del garaje de su casa.

- Otro español fue también asesinado a la puerta de su casa en Venezuela por oficialistas chavistas, es decir matones del propio régimen. Había sido asaltado violentamente 5 veces y secuestrado otras dos anteriormente.

- En Brasil una turista, María Esperanza Jiménez Ruiz murió accidentalmente por disparos de la policía militar en un control mientras visitaba una favela de Rio de Janeiro en octubre del año pasado.

- Tres italianos fueron vendidos en Méjico por policías a una banda de delincuencia organizada por 43 euros a finales de enero. Aún siguen desaparecidos y no hay noticias de su destino.

Y estos son solo algunos casos recientes conocidos. Muchos son asesinados, secuestrados, asaltados y sobre todo extorsionados sin que merezcan la mínima mención informativa.

Por todo ello, especialmente cuando se trata de garantizar la seguridad de personas, no tomar las necesarias medidas de seguridad, más que una irresponsabilidad es una negligencia con posible responsabilidad penal, que bien podría ser exigida a la alta dirección de las empresas por parte de las víctimas y en su caso sus familiares. Los riesgos de seguridad debidos a la criminalidad deben ser contemplados con la misma seriedad y profesionalidad que se asigna al resto de riesgos laborales.

Pero, ¿Qué se puede hacer para eliminar o al menos minimizar semejante amenaza?. Es necesario que las empresas se conciencien sobre la necesidad de adoptar las precisas medidas de seguridad para su personal expatriado, recogidas en el oportuno plan de seguridad. Es fundamental también que el personal sea aleccionado y concienciado sobre las medidas de autoprotección necesarias para su seguridad.

Las medidas de seguridad y autoprotección que precisa el personal expatriado en Iberoamérica, no difieren demasiado de las que durante décadas hemos tenido que emplear tantos en el País Vasco como consecuencia de la amenaza terrorista. En todo caso en un marco tan complejo como el descrito no sirven soluciones genéricas, es preciso adoptar medidas específicas y diferenciadas para cada situación.

La vida de las personas no tiene precio y por tanto su seguridad en entornos de criminalidad organizada solo debería encomendarse a profesionales experimentados y cualificados para garantizar su seguridad y la de sus familias.

No harán muy grandes cosas los vacilantes que dudan de la seguridad (Thomas Stearns Eliot)

Jose Federico Villamil Calva
fedevillamil@fortiumsc.eu
Coordinador del blog
Coordinador de la Division Fortium ITS


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